Desarrollo humano y cultura bajo una perspectiva humanista y transformadora

 Desarrollo humano y cultura bajo una perspectiva humanista y transformadora

E. Valeria Cruz Hernández

 

En el cuaderno 11 Patrimonio cultural y turismo de CONACULTA, María Elena Figueroa Díaz, profesora del Posgrado de Desarrollo Humano del Departamento de Psicología de la Universidad Iberoamericana, e instructora de Conaculta ha publicado un articulo titulado “Desarrollo humano y cultura: una visión humanista de la diversidad en Patrimonio cultural y turismo” (pp. 198-204) enfocando la necesidad de observar, por un lado, la tendencia que existe a asumir una visión humanista del ser humano dentro del trabajo cultural en muchos grupos de capacitadores, gestores y promotores, y ver en varios casos la disposición de muchos grupos para adoptar una visión más sensible del ser humano y, por el otro, considerar que esa misma postura, no siempre acogida por algunos grupos, ha derivado en un gran aprendizaje: sostener y afirmar dicha posición humanista por una parte, y por la otra tomar en cuenta que dicha postura, derivada del movimiento del potencial humano, debe ser ajustada y adaptada para convertirse en una herramienta útil y congruente para diversos grupos humanos y un instrumento eficaz en los diversos contextos de la promoción cultural.

Sobre esta línea se refiere básicamente la existencia de dos acepciones de del término “desarrollo humano”. La primera es el concepto de desarrollo humano como “movimiento del potencial humano”, impulsado a mediados del siglo XX en Estados Unidos por psicólogos y estudiosos que habían roto con el psicoanálisis y abrieron brecha a una visión más personalizada y sensible del humano, enfocando así que el desarrollo humano parte de premisas positivas sobre el potencial de cada persona, sobre sus necesidades y las condiciones necesarias para su plena evolución y realización.

Por su parte, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) señala la segunda acepción a través de la Organización de las Naciones Unidas para la Ciencia, la Educación y la Cultura (UNESCO) y por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Ésta considera el desarrollo humano como el producto de un indicador que mide con cierta objetividad el grado de desarrollo del lugar donde vive la persona y sus posibilidades para desarrollarse plenamente en él como ser humano. El indicador contiene tres rubros: educación, salud, e ingreso per cápita, y mide otros indicadores secundarios tales como el número de teatros, escuelas, museos, kilovatios per cápita, disponibilidad de agua potable, ingesta de kilocalorías por individuo, etc.

Cabe destacar que ambas concepciones se pueden complementar para dar una visión del desarrollo de la persona de su entorno, y de las condiciones tanto subjetivas como objetivas para su realización. Asumen que debe haber una base mínima para el desarrollo, pero las condiciones económicas o materiales no son suficientes para lograr dicho desarrollo; dan la palabra al actor, al individuo, y asumen que en todo proceso no puede haber imposiciones desde fuera, sino que el desarrollo debe ser de alguna manera endógeno y autogestivo.

Bajo esta perspectiva el desarrollo y la economía forman parte de la cultura de los pueblos, por eso, para José Antonio Mac Gregor la inclusión del desarrollo humano en la formación de promotores culturales obedece a la necesidad de superar inercias y renovar el papel transformador de la cultura, ya que la promoción cultural es una praxis de la libertad al estilo de Paulo Freire, es decir, debe concebirse como un proceso permanente de reflexión-acción colectiva para el cambio social; que sea capaz de construir “puentes” que permitan los diálogos culturales para promover el crecimiento de las comunidades.

También se señala que Adrián Marcelli establece que el desarrollo humano es posible a partir de la cultura propia de las personas porque cuando las personas viven juntas compiten, trabajan, se contradicen de cierta manera y cooperan; es la cultura la que los vincula posibilitando el desarrollo personal. La cultura define las relaciones con la naturaleza y con el orden que quieren seguir en su relación entre sí y con el mundo.

De este modo, se puede decir que todas las formas culturales están determinadas por factores culturales y que el papel de la cultura no se reduce a ser un medio para alcanzar fines, sino que constituye la base social de los fines mismos para el desarrollo. Así pues, la cultura no se puede menospreciar ni evadir a la hora de llevar a cabo programas que busquen la potenciación de los recursos y la productividad de una región o de un pueblo y esa idea ha sido ampliamente sustentada por la UNESCO. Los indicadores cualitativos (que definen a grandes rasgos la dimensión cultural del desarrollo) sirven para detectar las creencias y la naturaleza de una cultura, y tienen que tomarse en cuenta a la hora de implementar cualquier proyecto de desarrollo. Entre ellos sobresalen la relación con el tiempo, con el medio ambiente, con el cuerpo y con la alimentación.

Unificando, la dimensión cultural del desarrollo general alude a una dimensión profundamente humana que nos pertenece a todos, que permite nuestro crecimiento como seres con sentido, con proyectos de vida, con valores y aspiraciones, deseosos de significado y de proyección en nuestras creaciones, dando razón a otro autor que se cita en el texto que es Ariel Olmos que afirma que todo esto es desarrollo cultural y que la cultura se convierte en una forma integral de vida, que da cuenta de las relaciones de los individuos con su comunidad, con otras comunidades, con la naturaleza, con lo sagrado y consigo mismos, con el propósito de dar continuidad y sentido a la totalidad de su existencia.

Para María Elena Figueroa es de suma importancia clarificar la relación existente entre desarrollo humano y cultura, así como manifestar que la esfera cultural esta ligada a la esfera de lo personal, ya que la persona se desarrolla como individuo en cultura; sus procesos internos y su desarrollo psicoafectivo y social están determinados culturalmente; por tanto, debe ser tomado en cuenta por promotores culturales como promotores del desarrollo humano y mirarlo como se mencionaba en líneas anteriores, con una perspectiva humanista; por ello, es indispensable la capacitación para sensibilizar al promotor para que también se observe a sí mismo dentro de su trabajo como puente entre grupos distintos. Es necesario revalorar, como lo dice la autora que los seres humanos se encuentran en complejos procesos, ya que en ellos están implicados sus pensamientos, emociones, creencias, aspiraciones y valores. Esto implica repensar el desarrollo humano como una serie de procesos necesariamente contextuados, para que tengan sentido y sean útiles en la práctica.

En conclusión, María Elena Figueroa, establece que el desarrollo humano promovido por el movimiento del potencial humano, en términos generales, parte de una confianza plena en el ser humano como un ser capaz de potenciar sus capacidades; de ser experto de sí mismo; de la importancia de aprender a vivir el aquí y el ahora; de la necesidad de lograr una personalidad saludable y aprender a tener un manejo sano de las emociones. asimismo, parte de la idea fundamental de que el aprendizaje tiene que ser significativo para que sea genuino, y de que en todos los procesos sociales la persona individual no se puede perder en las dinámicas colectivas, que tiene procesos internos que hay que develar y trabajar para que logre un desarrollo pleno de sentido.

Su experiencia al trabajar con promotores quizá le permitió visualizar el desarrollo humano desde un amplia y totalizadora perspectiva de la cultura y de la diversidad cultural y es preciso enfocarlo como movimiento del potencial humano ya que dentro de un contexto cultural puede servir también para el fortalecimiento de organizaciones sociales, traducir lenguajes y códigos, respetando la visión particular de la realidad de cada comunidad: para fortalecer así vías alternas de apoyo al desarrollo de comunidades que confronten el asistencialismo y que logren proyectos de desarrollo desde y para las propias personas involucradas.

De esta manera, la autora concluye que el desarrollo humano puede aportar al pluralismo cultural y a la promotoría cultural un enfoque valioso y congruente con visiones alternativas y más democráticas de la cultura y este enfoque parte de una reivindicación de la persona, una perspectiva humanista que enfoque al hombre como “experto de sí mismo” de sus necesidades y capacidades; también, una idea e la dignidad y el respeto intrínseco. Y, por último, un énfasis en las relaciones culturales más que en los productos acabados.

Rescatar, revalorar y fortalecer la visión humanista es clave para el trabajo que realizan los promotores culturales en todo el país y no olvidemos que la cultura no se reduce a ser un medio para alcanzar fines, sino que constituye la base social de los fines mismos para el desarrollo.



 

 

REFERENCIAS:

Figueroa, M. (2004). Desarrollo humano y cultura: una visión humanista de la diversidad en Patrimonio cultural y turismo, cuaderno 11 (pp. 198-204). CONACULTA.

 


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